Prólogo: Mover la guerra.

Alberto Benitez
6 min readJan 10, 2018

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En mayo y junio del año 1942 se dieron las primeras batallas entre portaviones. Todos estamos familiarizados con la imagen de grandes naves que transportan y desde las que despegan pequeñas y veloces naves, armadas de manera ligera pero eficiente con las que asaltan audazmente instalaciones enormes, costosas, lentas pero poderosas. Las películas de aventuras en el espacio son lo que nos ha familiarizado con esas imágenes. Una ficción pone al gran público en contacto con un importante hecho histórico ocurrido hoy hace setenta y cinco años. Los cuentos introducen a la Historia. Esa imagen y esos cuentos de ciencia ficción no existirían si no hubieran existido las batallas de portaviones en el Mar de Coral y la de Midway. Esas imágenes no existirían si la guerra en el Pacífico entre Japón y los Estados Unidos no hubiera ocurrido. El cine norteamericano recuerda y celebra ese episodio porque fue el momento de su ascenso al poder: los norteamericanos ganaron el Pacífico en esas batallas, peleadas con portaviones, y lo celebran en sus cuentos e historias.

Como la televisión o el radio o el teléfono, las batallas con portaviones son tecnologías dadas por hecho, tecnologías creídas normales. Obvias. Como en el futuro será normal convivir con robots. Para tu generación, el día en que desempaques y escuches el saludo de tu primer robot será un día histórico. Un día alguien narrará su primer día con robots. Yo quiero narrar aquí el primer día de los portaviones. No me ocupo de su tecnología porque los portaviones son un invento político. No se ensayaron como una posibilidad técnica o para probar una teoría. Se desarrollaron por encargo de los políticos al mando de las naciones. Los jefes políticos se dieron cuenta de las posibilidades militares de los aviones y pidieron a sus técnicos y científicos hacer realidad la idea. Los portaviones son como las máquinas de espionaje: desarrollos eminentemente políticos, máquinas que los líderes piden para poseer sus capacidades estratégicas. El primero de los desarrollos tecnológicos ordenados por la política fueron las murallas y las torres. Las fortalezas y ciudadelas. Por eso al arte de erigir lo llamamos “arquitectura”, de la palabra griega arjé: fundamento o principio. Las leyes son el fundamento de la ciudad. Puestos los fundamentos, puesta la ley, entonces se reclama al arte dar existencia a torres, fortalezas, monumentos. Ciudades.

Estamos acostumbrados a pensar que los nuevos inventos son serendipitis así como la penicilina, o desarrollos de teóricos que intentan demostrar su teoría. En verdad muchas máquinas se inventan así, ya sea porque un teórico intenta demostrar su teoría como Leonardo Da Vinci el helicóptero, o como casualidades para mentes preparadas como la manzana de Newton. Los portaviones son distintos. Como el internet fueron los mandos políticos de una nación los que se dieron cuenta de los nuevos poderes que su nación podría ganar con esa máquina, y encargaron a los expertos su desarrollo. Años después, como en el caso del internet, todos vivimos en un mundo nuevo: en una casa nueva. Las máquinas desarrolladas por encargo de los políticos nos hacen vivir a todos en mundos nuevos.

Saber quiénes y cómo fundaron el presente en que vivimos nos hace saber que nada es obvio o gratuito. Todo fue un día una irrupción, una esperanza, un estallido de cosas nuevas. Un día el teléfono fue un poder nuevo y fantástico: de no creerse. Maravilloso. Un día la Torre Latinoamericana fue un coloso estupendo. Ya no los vemos así. Pero el teléfono y la Torre Latinoamericana siguen siendo maravillosos: nuestra mirada es la que se marchita. Hace setenta y cinco años aparecieron los portaviones. Los padres de algunos de los lectores eran jóvenes en aquella época. Otros lectores ya no tienen a nadie que haya vivido en esos años. Para otros decir setenta y cinco años es como decir la Edad Media. Quiero narrar esta historia para ver mejor la arquitectura del presente y vivir por eso en un mundo más claro y más grande. Cuando una máquina desarrollada en el pasado se extrapola al futuro, y se reinventa como una máquina que todavía no existe podemos saborear la maravilla que es. Los autores llaman naves nodrizas (la Galáctica, lo destructores imperiales de Star Wars) a las máquinas que en las películas de aventuras espaciales son la proyección de una que ya existe, pero que hasta que se proyecta al futuro nos parece maravillosa. La historia nos hace ser testigos del nacimiento de las cosas. La ficción, los cuentos, nos recuerda el nacimiento de las cosas.

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Al investigar la batalla necesariamente encontré la política. La guerra es la política por otros medios*, y lo es porque las naciones y sus gobiernos buscan ser apreciados de cierta manera, buscan mantener y ampliar su fama y guardar y proteger su posición material. Esta posición siempre queda sujeta a la comparación con otras naciones. Las naciones son grandes o pequeñas sólo cuando se comparan entre sí. La guerra es un recurso –de ninguna manera el único- en este juego de comparación y competencia. Los políticos son los actores de esta competencia, de este drama. Por eso es que no debemos preguntar qué puede hacer nuestro país por nosotros, sino preguntarnos a nosotros mismos qué podemos hacer por nuestro país*. Es decir: o hacemos política o la padecemos. El lugar que nuestra nación tiene respecto de las otras está en manos de los políticos, lo que significa que está en nuestras manos. O participamos de la política o sólo obedecemos lo que otros deciden. En una democracia la participación política es el pan de cada día. Sólo en las democracias cada persona, si quiere, puede hacer algo por su nación. ¿Cómo se decide la posición de una nación, cómo se crean las herramientas para tener ese lugar? Si uno quisiera participar en esta empresa, ¿qué debería hacer? Y si no participas, ¿de qué te quejas?

Los políticos japoneses ejecutaron una obra. Llamaron a la guerra. Los portaviones fueron una de sus herramientas. Es por esto que investigando las batallas con portaviones debía encontrarme con los inventores y usuarios del arma portaviones. El portaviones se creó para probar una posibilidad política: para probar que un poder podía extenderse a ciertas zonas de cierta manera de tal modo que le ganaría poder a su poseedor, de tal manera que podría derrotar a sus competidores. Esto fue lo que decidieron hacer esos políticos. Por qué y cómo se causó la guerra en la que se usó la máquina portaviones es el tema de este ensayo. Hablaré de lo que son y cómo se usan los portaviones, pero aunque el arma es el fenómeno que observamos, el arma nunca explica la guerra. Detrás de la máquina, detrás de las enormes máquinas están los deseos y las ideas. Esos deseos y esas ideas son el tema principal de este ensayo. Ellos son los protagonistas: son los luchadores que se adelantan y pelean. Protagonista es literalmente “el que mueve a la guerra”. Cómo actuaron estos protagonistas será narrado enseguida.

  • La primera frase es de Carl von Clausewitz, militar alemán del siglo XIX; escribió la obra clásica De la guerra, un texto fundamental sobre estrategia militar pero sobre todo de política. La segunda frase es de Joseph F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos en la década de los sesenta y asesinado en Texas en 1963; un personaje sumamente popular y controvertido. Uso ambas frases para mis propios fines, pero debo señalar en buena fe que no son mías. Cuando estudias historia puedes usar las ideas de otros para aclarar y ampliar las propias.

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