NO EXISTEN LAS UTOPÍAS
Por la Utopía de Tomas Moro la idea se ha colocado como parte de la filosofía política.
Aunque el mismo Moro reconoce que su idea no es original: se ha apoyado en La Ciudad Perfecta de Platón, que es el nombre en griego para lo que nosotros conocemos como La República.
Y una y otra hacen lo mismo: dibujan la sociedad perfecta.
Aldous Huxley en 1932 escribe otra obra en esta categoría, pero él le quita el tono paternalista al genero y lo describe desde la perspectiva correcta.
Gracias a Huxley llamamos a este género como siempre lo debimos haber llamado: distopías.
Es un error llamar “utopías” a la clase de relatos que hacen Moro y Platón y todos los que retoman el género.
Lo que nos deja Platón es por supuesto una de las obras más complejas y ricas que conservamos, si se la discute en profundidad es mucho más que una distopía. Pero, él le da el tono paternalista, didáctico que luego retoma Moro y que elaboran el engaño.
Engaño porque el dibujo de la sociedad perfecta que hacen no está completo a menos que se le de voz, en esa fantasía, a las personas que la viven: que la padecen.
Huxley hace eso, por primera vez.
Y escuchando la voz de las criaturas en esa sociedad perfecta, podemos ahora sí tener una imagen mucho más clara de lo que son. No sólo de cómo son, que no es tan importante como tener claro lo que significan: las consecuencias de las leyes y políticas y distintas policías necesarias en cada una.
Seguimos usando el nombre “utopía” y lo oponemos al de “distopías”. Creo que cometemos un error. Un error en el que dejamos que Platón nos mantenga al pre suponer que deberíamos buscar una sociedad perfecta, y que lo único que necesitamos es un diseño maestro, absoluto, sabio: perfecto.
Huxley es el único realista en el género, y como tal nos muestra el dibujo completo. Es el único que durante la presentación del plan hace las preguntas incómodas que el vendedor hubiera preferido que nadie hiciera.