EL ESCRITOR EMBRUJADO Y EL BESO DEL LECTOR

Alberto Benitez
4 min readJul 10, 2024

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Los escritores, ¿saben hablar por su obra, presentarla, dorarla, antojarla… venderla?

¿O es inevitable que el escritor fracase porque no sabe presentar su obra y queda en manos de cualquiera que sí lo sepa?

Este es el tercer artículo de la serie explorando el proceso para reconocer éxitos editoriales aprovechando la experiencia de J. K. Rowling y su Harry Potter.

Hay cuatro coordenadas que nos ayudan a responder esta pregunta que son:
Las editoriales…
Los lectores…
El escritor…
El gusto…

Las editoriales actúan racionalmente y trabajan por optimizar sus recursos ofreciendo lo que con mayor seguridad pueda gustar al lector y darles una ganancia por ese servicio. J. K. Rowling nunca consideró lo que era valioso para las editoriales, lo que significó que su obra fuera racionalmente rechazada. Según los datos de las editoriales, Harry Potter y la piedra filosofal era algo excéntrico o de plano impresentable. Esto pudo haber sido un obstáculo fatal y fue pura suerte encontrar un agente que hablara a favor del libro.

Los lectores son complicados. Este fue el as de Rowling. Un as que ella misma no entendía. Compartía unas ciertas manías, unos ciertos placeres que un espectro especifico de lector deseaba y desea. No sabemos si la Rowling hizo ella misma entrevistas a lectores, nunca ha declarado que “investigara a su público objetivo”. Sí sabemos que escribía porque deseaba contar ciertas historias de cierta manera. Rowling escuchaba sus demonios que resultaron ser los de muchos millones de personas. La evidencia para hacer esa afirmación era débil, representante y editor decidieron tomar el libro, aunque nunca apostaron fuerte al principio: Harry Potter nunca fue un bet seller de la noche a la mañana. La primera edición fue de 500 ejemplares. Su camino a la cima no fue ni directo ni simple.

Así que, en su contacto con editoriales, y su contacto con el lector podemos afirmar que Rowling, como el escritor normal, jugó en su contra.

La escritora Rowling, ¿sabía jugar a su favor?

A pesar de su éxito literario se pueden señalar muchas torpezas en la composición del libro. Harry Potter y la piedra filosofal no es un libro técnicamente, literariamente significativo. Ante una editorial, esta característica es ambigua. Ante la mayoría de los escritores esa estrella puede ser el espejismo que los hace perderse. La Rowling triunfó singularmente a pesar de sus defectos literarios. Eso es un pecado mortal para muchos escritores que juzgan cualquier obra en términos puramente técnicos. Para ellos ser escritor es ser sólo y únicamente cierto tipo de escritor. Cualquier cosa que se salga de ese parámetro no merece ese nombre tan sagrado como el de Papa o cadí o pastor: el nombre de “escritor”. Las editoriales ponen mucha menos atención a ese criterio. Y los lectores, no lo conocen. Pueden apreciarlo pero es una sola de las cosas que toman en cuenta al momento de comprar un libro y ciertamente no es el factor crítico. Los lectores aprecian sus metas, sus objetivos, sus gustos, sus manías. El criterio de perfección literaria sin embargo es el que más preocupa a muchos escritores, también a muchos de los que los escritores que ellos respetan, y ante los que presentan su trabajo en primer lugar. El crédito que socialmente se les da a las universidades es la causa responsable. En la medida en la que los escritores les sigan dando crédito a las universidades, se mantendrán como siervos de sus mandamientos.

Rowling no es ese tipo de escritor. Pero sí es conocedora de libros. Sí es una buena lectora. Usó hábilmente muchos tropos normales en la literatura y en el género de Fantasy, que por lo demás, es un género de los más viejos y populares. Conoce los personajes, escenarios, motivos, figuras, elementos… los tropos de ese género. No es original, pero la combinación que presentó sí lo es. Este es crédito de ella por entero. Era una combinación que a ella encantaba. Pero no había ninguna seguridad en que interesara a quinientos, a mil o a más lectores. Muchas obras de distintos géneros presentan ideas que no cuajan con el público. O lo ofenden o lo dejan indiferente.

Finalmente, Rowling como el escritor promedio no sabía nada de marketing. Su representante entendió rápidamente que Rowling lo necesitaba porque no había hecho ninguna de las acciones de venta que él como vendedor de libros ante editoriales sabe que es necesario hacer. Como se mencionó en otro artículo, Rowling ni siquiera sabía clasificar su libro: lo presentaba como “infantil” cuando editores, agentes y otros escritores lo clasifican automáticamente como “literatura juvenil”. Muchos escritores no sólo ignoran el marketing sino que lo desprecian. Creen que vender su obra es un gravísimo pecado. Esta barrera es la diferencia crítica entre editoriales y escritores. No sé si las editoriales o los agentes literarios han diagnosticado el estado de este temor metafísico de los escritores. Pero si las editoriales y los agentes literarios sigan existiendo entonces el miedo sigue siendo señor de los escritores.

Rowling no cree que el dictado de las universidades defina a la literatura, por eso escribió lo que escribió: un libro por entero fuera de la cuadrícula de “buena literatura”. Esto hizo posible que conectara con los lectores.

Rowling como la mayoría de los escritores, ignoran o desprecian vender su trabajo. Esto la puso en un camino que pudo llevarla al más completo fracaso.

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